El frío entra por los pies: ¿mito o realidad?
Viviendo uno de los meses más fríos del año en casi toda España, es normal que muchas personas comiencen a tomar medidas para no resfriarse. Uno de los planteamientos más populares es el de saber si es cierta o no la expresión que dice que el frío entra por los pies. Desde pequeños se viene oyendo, sobre todo de parte de padres y abuelos que viven pendientes de que los más pequeños de la casa usen zapatos y zapatillas para moverse.
Siempre se ha pensado que los resfriados del invierno se multiplicaban entre los niños porque muchos andaban descalzos en sus casas a lo largo del día. Por ello, los padres han vivido obsesionados durante décadas con comprarles y ponerles calcetines durante todo el día a los pequeños. Incluso ellos mismos han procurado poner medidas para no posar los pies sobre el frío suelo.
El frío entra por los pies: ¿mito o realidad?
Aunque la mayoría de los consejos de los mayores suelen tener buena intención y son bastante útiles, es cierto que en algunas ocasiones han quedado desfasados y ya no poseen el rigor que se tiene en la actualidad. Tras investigaciones en relación con el frío y los pies, se está llegando a la conclusión de que el ser humano posee ciertos mecanismos y procesos para controlar y regular la temperatura corporal, lo que se conoce como termorregulación.
Anatómicamente hablando, existen dos zonas de pérdida o ganancia de temperatura en el cuerpo. Esas zonas deben tenerse muy en consideración y se debe actuar acorde a ellas en función de la temperatura y de la época del año en la que uno se encuentre:
La cabeza
El calor tiende a subir a la cabeza. Esa zona del cuerpo suele ir descubierta, por lo que la pérdida (radiación) o la ganancia (convención) de temperatura tendrán lugar en esta zona. Por ello, es necesario proteger la cabeza cuando se está en el exterior a baja temperatura, de esta forma ayudamos al cuerpo a conservar su propio calor y evitamos que descienda la temperatura corporal.
Los pies
En dirección opuesta a la cabeza, nos encontramos los pies, en los cuales ocurre lo mismo, pero a través de otro mecanismo físico que consiste en el traspaso de energía por contacto (conducción).
Lo normal es que los pies estén en contacto con el suelo. Por ello, en épocas estivales, cuando la temperatura es más elevada, el uso de calzado ligero o la ausencia de uso ayudan a la pérdida de calor, lo cual equilibra la temperatura corporal. Pero también ocurre de forma inversa: en épocas de frío, si el pie no está abrigado, se pierde calor a través de ellos. Para evitarlo, es bueno recurrir a calcetines que eviten ese traspaso. Por ello, lo correcto sería decir que el calor se escapa por los pies y deja paso al frío.
Traspaso de temperatura: ¿cómo ocurre?
Para aclarar más todo el proceso y como curiosidad, los profesionales como los de Podología Elena García en Granada lo explican de este modo:
- Radiación: es la absorción de calor sin contacto de un cuerpo con otro. Un ejemplo sencillo: el sol emite radiación que todos los seres humanos absorben sin necesidad de tener un contacto directo con él.
- Convención: es la transmisión de calor gracias a un medio (ya sea aire o fluido) que esté en movimiento. Por ejemplo, un ventilador.
- Conducción: gracias al contacto entre dos o más cuerpos, la temperatura pasa de uno a otro. Es la más conocida, por eso se tiene tendencia a tocar cosas calientes (como una taza con té) cuando hace frío.
En conclusión, se podría decir que, aunque los resfriados no entren por los pies, es cierto que se pierde temperatura a través de ellos. Por lo tanto, en verano es bueno que estén al aire o con calzado ligero y en invierno es apropiado aportarles algo de abrigo para no perder el calor corporal.
Igual ocurre con la cabeza: en ciertos momentos del día, cuando la temperatura es muy baja y se necesita salir al exterior, es necesario llevarla cubierta por un gorro, bufanda o pañuelo, pues es la mejor forma de evitar un enfriamiento.