¿Cómo cambian los pies durante el envejecimiento?
A partir de cierta edad, el tejido del aparato locomotor comienza a envejecer; por ello, es necesario comenzar a mejorar los hábitos del cuidado de los pies. Los profesionales no se cansan de repetir que los pies también sufren las consecuencias del paso del tiempo, entre otras cosas, porque la dermis plantar envejece y se vuelve laxa. El paso del tiempo comienza a producir problemas que ya no son tan fáciles de gestionar.
Los pies comienzan a cambiar no solo por dentro, sino también por fuera. Los cambios se perciben en el exterior, lo que supone que en el interior también se están produciendo. Como ya se ha dicho muchas veces, los pies sufren mucho: son el soporte vital de todo el cuerpo y, por lo tanto, los que se llevan la peor parte.
Para poder conservarlos más saludablemente, es necesario incorporar nuevos hábitos y rutinas. Es importante también acudir a un profesional, como los de Podología Elena, que nos ayude a gestionar todo el proceso, haga evaluaciones periódicas y realice un diagnóstico ante los males que van apareciendo.
¿Cómo cambian los pies?
Los cambios son interiores, con manifestaciones exteriores o sin ellas. A continuación, se enumerarán aquellos aspectos más relevantes que deben tenerse en cuenta cuando se aproxima la fecha de cumplir 50 años.
Los pies comienzan a ensancharse
Con el paso del tiempo, los ligamentos de los pies comienzan a extenderse, y es normal que los usuarios comiencen a notar que los zapatos les quedan más justos. Casi todas las personas, cuando se hacen mayores, quieren comprar hormas más anchas que les proporcionen más espacio para los dedos.
Hay que volver a medirse los pies antes de adquirir un nuevo calzado o llevar los viejos a un zapatero para ver si puede estilarlos un poco para que no se ajusten tanto y molesten menos.
Pies más largos
Los arcos en los pies se empiezan a aplanar con el tiempo, lo que puede provocar que los pies se vuelvan más largos, llegando casi a crecer hasta una talla más de zapato. Por eso, es normal que cuando se es mayor se tenga un número más de calzado que cuando se es joven.
Al comprar unos zapatos nuevos, hay que intentar medirlos antes de salir de casa o probarse diferentes modelos en la tienda hasta dar con aquel que mejor se ajusta. Aunque puede ser algo un poco desesperante, no tiene solución; por lo tanto, hay que tomarlo con paciencia y prestar más atención a los cambios.
Las almohadillas de los talones adelgazan
Las almohadillas que se encuentran en la zona de los talones se vuelven cada vez más finas. Esto se debe a que la producción de colágeno, que es el material que forma el cojín natural en la zona del talón, disminuye conforme se cumplen años.
Cuando esto sucede, esa zona del cuerpo comienza a doler a medida que pasa el día, sobre todo si se está mucho tiempo de pie o se usa un calzado inadecuado. Para amortiguar este problema, es bueno usar zapatos reformados con plantillas o las almohadillas de gel que pueden encontrarse fácilmente en cualquier farmacia.
Los dedos de los pies se vuelve agarrotados
Cuando a lo largo de la vida se han utilizado de manera regular tacones altos o zapatos que no ajustan correctamente, pueden aparecer callos, durezas o dedos de martillo. Para tratar estos padecimientos, hay que ir sustituyendo los zapatos en punta por aquellos que tengan una horma más amplia.
Si se trata de un caso grave, hay que visitar a un podólogo especialista en cirugía para que realice una valoración adecuada y que valore qué tratamiento habría que aplicar para mejorar la situación, ya que esta afección puede restar mucha calidad de vida al paciente.
Tobillos y pies frágiles
A medida que se envejece, la proporción de agua que poseen los tendones va disminuyendo, lo que aumenta las posibilidades de padecer artritis y rupturas. Para prevenir esta rigidez (que los vuelve mucho más frágiles) y evitar las lesiones, es aconsejable realizar ejercicios de estiramiento que fortalezcan la zona.