¿Qué es y en qué consiste el eccema dishidrótico?
El eccema dishidrótico es una afección que sufren muchas personas. De hecho, desde el centro de Podología Elena García en Granada vemos que las consultas por este padecimiento han ido aumentando paulatinamente. Por ello, vemos oportuno dedicar un artículo que aporte las claves para tratar esta lesión y para poder evitar los brotes que suelen padecer los clientes.
El eccema dishidrótico (también conocido por dishidrosis o ponfólix) es una patología de la piel y se caracteriza por la formación de ampollas de pequeño tamaño llenas de líquido en la capa más superficial de la dermis. A estas ampollitas se las conoce con el nombre de vesículas y pueden aparecer en las palmas de las manos o de los pies. Se descubren fácilmente, pues se desarrollan en forma de ramillete o tapioca.
Es una enfermedad a la que pocas personas saben ponerle nombre, pero que genera una serie de sintomatologías muy molestas y que, sin saberlo, muchos padecen. Para paliarla, debe ser tratada por un profesional lo antes posible, pues con el tiempo puede acarrear otras complicaciones, como por ejemplo infecciones.
Uno de los puntos más graves de esta enfermedad es que es crónica, pero por suerte no es contagiosa. Es habitual que después de tratarla aparezcan recaídas y nuevos brotes, es algo con lo que se debe vivir y saber tratar para ir aliviándolos con el paso del tiempo.
¿Cómo se forman las vesículas del eccema dishidrótico?
Estas pequeñas vesículas o granitos llenos de líquido se producen debido a la inflamación que padece la dermis y, por tanto, esta reacciona generando ampollitas. Estas suelen aparecer muy juntas y tienden a quebrarse, lo cual provoca sequedad en la piel y descamación. Este es uno de los factores por los que aparecen grietas y sequedad en los pies, situaciones muy incómodas para el paciente.
Sintomatología y origen del eccema dishidrótico
Como ya se ha nombrado en apartados anteriores, la principal manifestación de esta afección es la aparición de ampollas o vesículas en forma de ramillete. Pero a esta patología se le suma otra serie de síntomas o daños colaterales:
- Picor en exceso en la zona afectada.
- El picor llega a transformarse en dolor, quemazón, escozor, etc.
- La piel se irrita, se inflama y se vuelve de color rojizo.
Al ser tan intenso el picor, las personas tienden a rascarse provocando la rotura de las ampollas, lo que desencadena en heridas y grietas. Cuando estas se secan, duelen, molestan e incluso llegan a infectarse.
Desarrollo o formación del eccema
Es una afección que puede sufrir cualquier persona, pero las estadísticas indican que es más habitual que se produzca en personas comprendidas entre los 20 y 40 años. A medida que pasan los años, es normal que la patología vaya remitiendo, y en algunos casos, gracias al tiempo y al tratamiento, puede desaparecer.
El clima también puede ser un factor desfavorecedor, pues puede incitar su desarrollo. Los climas cálidos perjudican esta patología, provocando su proliferación en manos y pies. Por consiguiente, las estaciones del año cálidas, como la primavera o el verano, son las más habituales.
Causas del eccema
Lo cierto es que las causas por las que se produce este tipo de eccema aún no se conocen con exactitud. Pero, por suerte, algunos estudios científicos arrojan algo de luz para explicar los factores que favorecen su aparición.
Entre los factores más comunes están:
- Padecer de dermatitis atópica.
- Tener familiares que hayan padecido esta patología.
- Tener un exceso de sudoración.
- Padecer algún tipo de alergia, como al níquel o al cobalto.
- Estar constantemente expuesto a sustancias irritantes. Esto hará que la piel esté más sensible y reactiva de lo normal.
- Pacientes que usan la Inmunoglobulina intravenosa.
- Personas que fuman.
- Mujeres embarazadas
- Y, por supuesto, el mal de esta sociedad: el estrés.
¿Cómo gestionarla o tratarla?
Lo principal para poder llegar a un diagnóstico es acudir a un profesional para que realice lo que considere oportuno. En un principio, solo se realizará un medio visual; pero, en el caso de que el paciente no mejore con el tratamiento o sospeche que puede derivar en algo más, se deberá profundizar y realizar otras pruebas más específicas.